A manera de Introducción

Para quienes no me conocen soy médico de profesión, y un sibarita de vocación. Disfruto de la buena comida, la buena bebida, y de todas las cosas bellas que la vida puede ofrecernos: el arte, la música, un buena conversación, la poesía, el diseño y un largo etcétera constituido por todo lo que yo considero VIVIR A LO GRANDE.

Existen además pequeños y sutiles placeres que no necesariamente están directamente relacionados con uno mismo y uno de ellos es el placer de ser un buen anfitrión. Desde muy joven he disfrutado el hacer sentir bien a los demás y más aun cuando están en mi casa. Mi apartamento siempre está lleno de mis mejores amigos y mis familiares más cercanos a los que trato de mimar en todo y especialmente a la hora de sentarnos a disfrutar de una buena mesa, allí todos los detalles deben estar perfectos para que la experiencia de comer realmente satisfaga los cinco sentidos. Además debo confesarles que lo que más disfruto es cocinar para un número pequeño de personas ya que eso crea un ambiente más íntimo entre los comensales, de allí el nombre de este blog: Comida Intima.

Aun recuerdo la primera vez que cociné, tendría más o menos 12 años, y lo hice porque siempre sentí una gran fascinación por el mundo de la cocina, pero en un hogar totalmente tradicional como el mío era un mundo que estaba más o menos vetado para los hombres, y las mujeres eran definitivamente las amas absolutas de ese territorio.

Recuerdo escuchar con mucho interés las historias sobre mi abuela Lucila quien fue la mejor cocinera de mi familia, ella dejó para las generaciones futuras un número casi incontable de cuadernos de apuntes con extraordinarias recetas, muchas de ellas sacadas de revistas y probadas y mejoradas por ella, incluso algunas con el costo de la preparación (en precios de los años 50’s y 60’s) . Afortunadamente conservo muchos de esos apuntes de mi abuela y me deleito revisando su contenido de vez en cuando.
Pero volviendo al relato de mi primera experiencia en la cocina, recuerdo que preparé un salsa para pasta bastante aceptable, aunque con un gusto algo ácido por lo que mi madre muy sabiamente me dio el primero de muchos secretos de cocina: “debes agregarle un punto de azúcar a las salsas de tomate para matar el ácido”.

De allí en adelante no pude parar más nunca de cocinar, aunque al principio lo hacía muy esporádicamente. Años después al irme a estudiar a la Universidad lejos de casa, tuve la oportunidad de cocinar mucho para mí mismo, siendo yo mi más duro crítico, pude experimentar con extraordinarios sabores, combinándolos, repitiendo recetas de mi casa, probando otras extraídas de libros e inventando recetas propias.

Un gran amigo, quien colabora conmigo es este humilde proyecto, me sugirió hace unas semanas atrás que abriera un Blog con la finalidad de compartir con otras personas mis experiencias diarias en la cocina. Espero recibir de todos los que visiten ese blog sus comentarios, críticas e ideas ya que ese es el objetivo principal de este proyecto, un intercambio amistoso entre todos los que amamos la cocina.